Todos los
días me despertaba el canto de un pájaro.
Era un canto
precioso.
¿Dónde
estaba ese maravilloso pájaro?
¿Cómo
era? Seguro, pensaba yo, que será de
muchos colores.
Y yo buscaba
y buscaba pero no lo veía.
Y seguí disfrutando
de su canto.
Cada día
salía al jardín. Quería ver al pájaro
que cantaba esa maravillosa melodía.
Y, de
pronto, le vi!
No era,
rojo, ni verde, ni azul. Era de colores
muy sencillos, negro, gris y con el pico amarillo y rojo. Era un mirlo.
¡Qué
sorpresa! La maravillosa melodía la
cantaba un pájaro negro y gris!
Era un
pájaro libre. Apenas se le veía. Se oía su melodía.
Una mañana
descubrí que el mirlo volaba de un lado a otro sin parar.
Se paró un
momento. Estaba afilando su pico en una
piedra del jardín.
Miré y
descubrí que estaba construyendo un nido.
Un nido para su futura familia.
Volaba con
hierbas, palitos, hojas en su pico para construir la casa.
Sus hijos
necesitaban un lugar para vivir.
Una mañana
descubrí que el mirlo volaba de un lado a otro sin parar.
Miré y
descubrí que estaba construyendo un nido.
Un nido para su futura familia.
Volaba con
hierbas, palitos, hojas en su pico para construir la casa.
Sus hijos
necesitaban un lugar para vivir.
NO!
Me romperá
el seto. ¿Por qué no se va a otro lado?
Seguro que
hay lugares mejores. ¿Por qué aquí?
Pero el
pájaro siguió con su trabajo.
Terminó el
nido.
Cuidó de sus
hijos.
Todos los
días traía comida para ellos en su pico.
Les enseñó a
volar.
Volaron
libres en cuanto aprendieron a hacerlo.
Pensé en
todas las personas que buscan un rincón para vivir.
Buscan
construir un rincón para su familia.
Pensé que
tenían derecho a su rincón.
Pensé que mi
rincón también era suyo.
Pensé que su
trabajo y esfuerzo, también alegraban mi vida.
Que su
canto, era también mi canto.
El nido se
vació y volaron libres.
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